El Dr. Edward Bach fue y es mucho más que un médico. Su objetivo primordial: encontrar una medicina simple y natural suave y efectiva para la Humanidad.
Desde el comienzo de su práctica profesional entendió que era más importante la observación y conocimiento del paciente (de la persona), que el estudio de las «enfermedades». En este sentido, llegó a declarar: «me costará cinco años olvidar todo lo que me han enseñado».
Debido a que su salud era débil, en 1917 tuvo una severa hemorragia que hizo necesaria una intervención quirúrgica urgente. Terminada la operación, le pronosticaron tres meses de vida.
De manera casi milagrosa, su salud fue ganando fortaleza. Reflexionando acerca de este milagro, llegó a la conclusión de que una meta en la vida de un hombre, es el factor decisivo para la felicidad, y que fue el seguimiento de su propio propósito lo que le había devuelto a la vitalidad.
Y fue en este época en que se acercó a la Homeopatía descubriendo el Organon, del Dr. Cristian Hahnemann, obra que lo impactó por todas las concepciones filosóficas de la salud similares a las que él siempre intuitivamente manejó, como por ejemplo «tratar al paciente y no a la enfermedad».
Como culminación del camino recorrido, en 1930, comienza con la investigación de sus dos primeras esencias de flores: Impatiens y Mimulus. De allí en más, se abocó por completo a lo que ahora conocemos y denominamos como Flores del Sistema Bach o simplemente Flores de Bach, dando por finalizado su trabajo en el año 1934, lo que le costó que el Consejo General de Medicina, lo amenazara con retirarle su licencia médica.
Nos dejó mucho más que un Sistema de Flores y su técnica, nos dejó también una filosofía de vida sana, y un camino de conocimiento que conduce al bienestar general. Por esto al sistema denominado Flores de Bach se lo considera un Sistema Terapáutico y también una Filosofía de Vida.